CONCIENCIA CORPORAL Y YOGA
(Extracto del libro Yoga, Juego y Expresion para Niños ®)
Conciencia de mi cuerpo es:
Amarlo, respetarlo, cuidarlo, conocerlo
y re-conocerlo con todos sus sentidos
(tacto, gusto, vista, oído, olfato y
también los sentidos sutiles)
La primera forma que tiene el niño de aprehender el mundo es a través de su cuerpo, los bebes llevan todo a la boca para reconocerlo, los niños en edad un poco más avanzada suman las manos a este reconocimiento y luego suman todo el cuerpo cuando juegan y se lanzan unos sobre otros. El papel del tacto es fundamental en la construcción de la identidad. Luego, los movimientos corporales marcaran los límites de lo que soy y lo que es fuera de mí, del espacio que ocupo y del espacio que ocupan los otros en relación a mi corporeidad. Podríamos decir que el ser humano se separa de la unidad en la infancia para permitirse experimentar y desarrollarse al incorporar esta experiencia.
Pero la meta final es volver a la unidad, a la conexión con la fuente de donde hemos salido, ese lugar donde reside la conciencia del todo como uno. Este regreso que me gusta pensarlo como un “regreso al hogar” no siempre es fácil en la edad adulta porque hemos llevado la separación a extremos asombrosos, olvidando por completo nuestra verdadera esencia. Podríamos pensar entonces que hay que evitar por todos los medios que el niño se separe de la fuente, de la conciencia unitaria que trae al nacer pero esto no es posible ni sería sano, como seres humanos debemos experimentar, hacer nuestro viaje exploratorio, para eso estamos, para eso nacemos a la vida. Conocer la separación nos permite reconocer la unión. No es posible la una sin la otra. Es como una pareja que se separa para reconocer que realmente se extrañan, se necesitan. Algo así sería el viaje de ida y vuelta de nuestra conciencia. Entonces cuando estamos con un niño debemos recordar que estamos frente a un ser que está en pleno viaje de separación, iniciando su exploración.
Podemos observar amorosamente ese proceso y apoyarlo. La mejor forma que tenemos de hacerlo es ayudándole en esa dolorosa separación, ayudándole a reconocer su cuerpo, a entablar un diálogo amoroso con él, a reconocerlo como el precioso vehículo que lo llevara a lo largo de este viaje. Esta separación es mucho más agradable cuando tenemos alguien que nos recuerde que el hogar estará ahí esperándonos siempre, que existe ese lugar seguro y feliz adonde regresar. Esa es la diferencia que hará que cuando sea adulto recuerde más fácil el camino de regreso a casa. Y esa es la forma que se propone desde el yoga para niños. Es como una madre que despide al niño desde la puerta con una sonrisa y le dice “vamos, anímate, yo siempre estaré aquí” y cada tanto le escribe cartas o lo llama para contarle un cuento o pasarle noticias de cómo van las cosas por casa. Esas noticias desde el hogar son esos momentos donde el niño retoma el contacto con sus sentidos sutiles, con su energía, su verdadera esencia.
La conciencia corporal se puede facilitar de múltiples formas e implica la conciencia de las sensaciones corporales, de la respiración, de las diferencias entre tensión y relajación, de la ubicación en relación a otros puntos de referencia, de los movimientos y de los límites del cuerpo y sus posibilidades.
También implica un conocimiento de cómo cuidar ese cuerpo, de las cosas que le pueden hacer bien y mal: aprender a reconocer cuando un alimento me cae bien, me da energía o me cae mal, me deja con sueño o pesado; como me siento mejor un día al aire libre que encerrado en una habitación, cómo se relaja mi cuerpo después de un baño, etc.
A grandes rasgos podemos decir que para trabajar sobre esta área de conciencia tenemos como herramientas privilegiadas los juegos de expresión corporal, los asanas adaptados a la edad del niño, el pranayama o respiración consciente y el pratiahara que es la conciencia y la abstracción de los sentidos (tacto, gusto, vista, olfato, oido,
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