Un lugar para crecer juntos

Un lugar para crecer juntos
Parque del Plata- Uruguay

lunes, 1 de julio de 2013

CUENTOS PARA NIÑOS NUEVOS



El pescador de atardeceres
(Un cuento con final feliz)
Había una vez un niño que había crecido en una aldea de pescadores, junto a un hermoso mar que lo saludaba cada mañana con sus olas. Ya desde pequeño Juan, que así se llamaba, acompañaba a su tío cuando salía mar adentro en la barcaza a pescar. Disfrutaba mucho de la travesía, pero realmente lo que más le gustaba era el momento en el que el sol se ponía en el horizonte cuando ya estaban de regreso, desembarcando en la playa. Se quedaba extasiado pensando en que fuerza poderosa sería capaz de pintar esos colores en el cielo y hacerlos descender sobre las aguas allá a lo lejos. Suspiraba pensando porque el horizonte no estaría más cerquita de la playa para poder estar ahí en el momento exacto en que el gran mago desplegaba ese maravilloso espectáculo. Le preguntaba a los adultos si conocían alguna playa que estuviera más cerca del horizonte y ellos siempre contestaban lo mismo: “el horizonte siempre está a la misma distancia sin importar donde estés”. Pero el no les creía, era absurdo, era como pensar que mi casa estaría a la misma distancia de la de Alberto aunque me mudara a otro país. “Algo me están ocultando” pensaba. Y esa idea siguió rondando en su cabeza por varios años. Cuando estaba por cumplir doce años, esa idea se hizo aun más fuerte, tanto que decidió idear un plan para llegar al horizonte. Saldría un poco antes del amanecer, y según sus cálculos llegaría allí justo en el momento en que el sol se estaba poniendo sobre el mar. Lo haría antes de que la aldea despertara, un par de horas antes, así aunque lo vieran desde lejos no tendrían tiempo de darle alcance. Y el volvería triunfante con un poco de agua de color de atardecer al pueblo, y seguramente con un montón de historias y secretos para compartir con todos. Para eso llevaría unos frascos, por si había muchos colores distintos. Y unas cajas para guardar algunos trocitos de nubes. Estaba convencido de que lo conseguiría. Cuando llegó el día de su cumpleaños, Juan embarcó muy temprano, aun de noche y salió remando rumbo al horizonte. Navegó en la oscuridad un par de horas hasta que el sol empezó a salir y a acariciarle suavemente la espalda. Por un momento Juan pudo sentir esas caricias como algo verdaderamente humano y se quedó un instante con los ojos semicerrados disfrutando de la experiencia. Tal vez por el cansancio que tenía debido a que había remado dos horas sin parar a máxima velocidad, tal vez porque los nervios no lo habían dejado dormir en la noche, tal vez por ambas cosas, pero se quedó dormido. Y la barca empezó a navegar a la deriva. El cielo se cubrió de nubes y empezó a soplar el viento. En instantes se había formado una tormenta. El sonido de los truenos despertó a Juan que vio con gran alarma que el oleaje se había llevado los remos. Intentó remar con los brazos pero las olas eran tan fuertes que era imposible intentar dirigir la barca hacia dirección alguna. Por más que se esforzó no pudo ver la playa. Se sintió perdido y se echó a llorar. No había nada que pudiera hacer así que se acurrucó en la barca y entonces recordó una plegaria que le había enseñado la abuela cuando era muy niño. No la podía recordar exactamente pero era algo así como “Ángel de la …de lo que sea…(perdón Dios, no recuerdo como se llama) no me dejes así sin compañeros, desarrapado y dulce (perdón Dios, pero no recuerdo en que parte iba lo del dulce) y bueno escúchame y ven a sacarme de esto ahora. Amen” No se sabe si es que Dios se compadeció de la falta de memoria de Juan o si es que realmente lo amaba (yo creo que ambas cosas fueron ciertas) pero lo cierto es que mandó un verdadero Ángel de la Guarda a ver como podía ayudarlo. El ángel se presentó en la barca aun desperezándose porque Dios lo había sacado corriendo sin darle tiempo ni a lavarse la cara. Juan lo vio y se prendió de él con tanta fuerza que el Ángel le dijo “¡Despacio, me estas rompiendo todas las alas!” “Perdón, perdón – dijo Juan- es que no puedo creer que viniste tan rápido” “Bueno, mira – contestó el ángel- la verdad es que Papá Dios me sacó volando en medio de la siesta, así que más vale que sea por una buena razón…¿Cuál es el problema? Contame” dijo y sacó una libreta y un lápiz y se puso en actitud de psicólogo dispuesto a escribir lo que Juan le contara. Juan estaba desorientado. Nunca había tenido contacto con un ángel pero la verdad es que nunca se hubiera imaginado tampoco que pudiera ser de este modo el encuentro, miró para un lado y para otro y veía los rayos caer cerca de la barcaza y pensaba “no puedo creer que no se de cuenta de cual es el problema” En eso el ángel lo miró con impaciencia “¿Y? ¿Me vas a contar?” “Si, si…ya te cuento – dijo Juan apresurado porque aunque era todo muy raro al menos estaba con alguien y no quería por nada del mundo que este ser lo dejara solo- Resulta que me fui de casa a buscar el atardecer y me dormí y la tormenta se llevó los remos y ahora estoy perdido a la deriva sin saber como llegar ni a una parte ni a otra?” “JUAAAAAAAAAAAAAAAAA, JUAAAAAAAAAAAAA, JUAAAAAAAAAAAAA – se río el Ángel mientras se agarraba la barriga- ¿Qué saliste a buscar lo qué? JUAAAAAAAAAAA, JUAAAAAAAA, JUAAAAAAAAAA” Juan se quedó muy serio porque no le gustaba que le tomaran el pelo, si no fuera porque era su Ángel de no se que y estaba en medio del mar perdido ya lo hubiera mandado a freír papas. Trató de permanecer en calma mientras le contestaba “Bueno, no se que te causa gracia, era algo que quería desde pequeño y decidí regalármelo hoy que cumplo doce años” El ángel dejó de reír y miró al pobre Juan con una mezcla de asombro y compasión ¿cómo se le podía cruzar a un ser por la cabeza que iba a llegar a encontrar el atardecer como si fuera un objeto? Necesitaba inspiración para contestarle sin dañar su autoestima, pero como estaba tan confundido (nunca había tenido un caso como este) no se le ocurría nada. Así que pensó que lo mejor iba a ser pedirle a Dios que fuera el directamente el que le enviara el mensaje para Juan. Ante los ojos desconcertados del niño sacó el celular y empezó a escribir un mensaje de texto. “¿Qué estas haciendo?” preguntó Juan más confundido que antes. “Me comunico un segundo con Dios, espero no te moleste- contestó impávido el Ángel- ahora el nos va a dar directivas, quédate tranquilo” El ángel se quedó en silencio un momento y Juan también sin saber a ciencia cierta que iba a resultar de este encuentro tan extraordinario. Entonces sonó el celular, había llegado el mensaje de Dios y decía lo siguiente: “Querido Juan, primero que nada, ¡Feliz Cumpleaños!. En segundo lugar ¿Cómo se te ocurrió eso de pescar atardeceres? Bueno, no importa, la cosa es que es una idea magnifica, pero te cuento que la única forma que podes tener de pescarlos es pintándolos en un lienzo. Sí, como Dios que soy te aseguro que serás el mejor pintor de atardeceres. Ya sé que no tenés experiencia en esto ni pinturas ni pinceles, pero no te preocupes que ahora mismo estoy poniendo una encomienda para que la recibas apenas regreses a casa. Con respecto a la experiencia tampoco te pongas ansioso. Te dejo a mi ángel ahí hasta que aprendas, él es un excelente pintor y no se irá de tu lado por orden mía hasta que tengas pintado por lo menos una docena de buenos atardeceres. (Imagínense la cara del Ángel mientras leía esta parte) Ah, otra cosa. No esperes que el ángel te lleve volando a tu casa, el apenas puede con sus plumas, ya mandé un helicóptero de rescate que esta llegando en cinco minutos y los llevara a los dos de nuevo al pueblo. Espero que termines bien el día de tu cumple…ah, me olvidaba, no lo dejes comer demasiada torta de chocolate al Ángel Custodio porque se queda dormido cuando tiene la panza muy llena. Cualquier cosa me llamas, él tiene mi número. Te dejo un fuerte abrazo y me voy que me están llamando por la otra línea”
Así fue que Juan regreso a casa, con el Ángel que no le gustó para nada la tarea que Dios le encomendó pero no le quedaba otra. Comieron torta y efectivamente el ángel se quedó dormido. Pero luego de diez años, Juan pudo pintar los primeros doce atardeceres, y para eso, tuvo que permitirse disfrutar de unos 3652 atardeceres, en los que se hizo muy amigo del ángel y comprendió que lo más maravilloso de los atardeceres no era pescarlos ni pintarlos sino poder disfrutarlos en buena compañía.
Y según se cuenta, aunque esto no se si será cierto, cuando se cumplió el plazo, el ángel se había encariñado tanto con Juan que pidió una prorroga de doce atardeceres más para enseñar a su amigo.

1 comentario:

  1. Agradecida por este maravilloso material. Me ha ayudado muchísimo en las clases. Son bonitos y entretenidos relatos. Los más encantados son los niños :)
    Dhanyavad!

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