Un lugar para crecer juntos

Un lugar para crecer juntos
Parque del Plata- Uruguay

sábado, 21 de septiembre de 2013

CUENTOS PARA HACER YOGA CON LOS PEQUEÑOS IV



Mapu descubre la danza
(Un cuento para recordar que nunca estamos solos)


Érase una vez un lugar donde no existían los zapatos. Y la gente caminaba feliz. Sentía el calor de la tierra, la humedad de la hierba, el crujir de las hojas otoñales…todo...todo…con sus pies. Tanto pero tanto sentían que habían aprendido a comunicarse a grandes distancias dando golpecitos en la tierra. Por eso danzar era tan importante. La danza no era así como la conocemos hoy. La danza era una forma de comunicación maravillosa. Había danzas de la lluvia, danzas para avisar que venía tormenta, danzas para agradecer por la cosecha, danzas para celebrar una boda, un nacimiento o la llegada de la primavera. El momento de la danza era entonces algo mágico, donde se ponía especial atención a que los pies expresaran lo que el corazón quería decir. Claro que también existían las palabras, pero estas eran pocas y se utilizaban en la intimidad, alrededor de un fuego cantándolas o combinadas de tal forma que al escucharlas se curara cualquier dolencia o enfermedad. Los que más sabían de este uso sanador de las palabras eran los médicos de estas poblaciones. Para poder graduarse debían haber hecho llorar de la risa al menos a tres personas. Así eran las cosas en este extraño y maravilloso lugar donde vivía Mapu. Y todo hubiera sido perfecto sino fuera porque Mapu tenía un problema: no sabía danzar. Los mejores maestros de danza del pueblo habían intentado enseñarle con suma paciencia pero nada, daba dos pasos y ya se olvidaba como debía seguir. La cosas alcanzaron su punto máximo cuando le pidieron que hiciera una danza para atraer pájaros y en vez de pájaros atrajo a una manada de rinocerontes que aplastaron toda la plantación de tomates. Los mejores médicos de toda la región habían venido a verlo, contándole las cosas más divertidas pero él se sentía tan triste y frustrado por su incapacidad para la danza que no había combinación alguna de palabras que pudiera arrancarle una leve sonrisa aunque más no fuera. Hay que entenderlo, no saber danzar en ese lugar era lo mismo que no saber hablar en nuestros días: la danza era la forma principal de comunicación y el que no danzaba quedaba como aislado del mundo...a menos que supiera dominar el arte de las palabras de tal forma que se convirtiera en un médico del alma. Pero a Mapu después de lo ocurrido con los tomates se le habían ido las ganas de hablar y hasta de cantar, solo se sentía a gusto cuando iba al río y observaba saltar a los peces en el agua. Le gustaba el sonido que hacía la corriente al pasar entre las piedras o cuando un pez saltaba formando remolinos. Tanto le aliviaba eso que cada día pasaba más horas, solitario, sentado hasta el anochecer en la orilla. Una tarde de sol de verano, de esas que te dan un sueñito bárbaro, se quedo dormido en la hierba fresca. No se sabe cuanto tiempo habrá pasado pero lo cierto es que de pronto lo despertó un ruido extraño. Abrió los ojos sobresaltado y se encontró con un loro que se había posado sobre su brazo y gritaba “¡Mapu! ¡Mapu! Despierta!” Pensó que estaba soñando y ya se disponía a pellizcarse el brazo cuando el loro le dio un buen picotazo en la frente. “¡Auch!” dijo Mapu y el loro le contestó “Mapu, no estás dormido, escúchame, por favor. Soy tu amigo. Hace tiempo que te observo desde mi árbol y me di cuenta que eres de los nuestros” Mapu lo miró con los ojos desorbitados pensando que el loro se había vuelto loco, ¿Cómo iba a ser de los de ellos, si el era un ser humano? El lorito le leyó el pensamiento y le dijo “Mapu, ya se que nuestra forma es diferente pero en esencia somos lo mismo, somos hermanos” “A ver –contestó Mapu- ¿en que nos parecemos?”
“ejem…bueno…- dijo el lorito aclarándose la garganta- los dos somos sanadores…médicos del alma para que me entiendas” Todo esto le pareció tan pero tan absurdo a Mapu que estalló en una carcajada como no lo había hecho desde que era muy pequeño y se rió y se rió hasta que no podía más de dolor en la panza. Cuando por fin pudo parar y las lágrimas de risa dejaron de correr por su rostro, el lorito con picardía le preguntó haciéndose el serio “¿Puedo saber que te causó tanta gracia?” Y Mapu, con la voz aun entrecortada por la risa le contestó “¿Cómo se te ocurre que un Loro puede ser un sanador?....un momento …- dijo y se quedó en silencio reflexionando- tu…tu…tu lo hiciste….lo acabas de hacer… ¡lo hiciste! “¿Qué cosa?- preguntó el lorito haciéndose el tonto” “¡Me hiciste reir! ¡Me hiciste reir! ¡No lo puedo creer! ¿Cómo lo hiciste? ¿Sabes cuantos médicos han tratado de hacerlo y no han podido? ¡¡Eres un médico de verdad!! ¡¡Un Loro médico!!! ¡¡Es increíble!!!”. El lorito sonrió y le dijo. “Bueno, supongo que ahora me crees. Así como no te mentí al decirte que yo era un sanador tampoco te miento al decirte que tú también lo eres” Mapu puso cara de que eso no le convencía mucho y le dijo cabizbajo “Está bien, te creo que tu lo eres, pero ¿Cómo podría serlo yo si ni me salen las palabras, ni siquiera consigo danzar dos pasos sin hacer un desastre? ¿Sabes lo solo que me siento al no poder comunicarme con nadie? ¿Sabes las veces que lo he intentando?” El lorito lo miró con una inmensa ternura y le dijo: “Siéntate y escúchame. Debes confiar en mí. Te dije que era tu amigo, que hace tiempo que te observo y es verdad. Conozco tu historia. Sé muy bien quien eres. Y también sé que eres un sanador. Conozco al hada de la danza, esa que regala el don de comunicarse con los pies a los recién nacidos. Ella me habló de ti hace mucho tiempo y me dijo que no te iba a dar ese don a propósito” Mapu se puso rojo de rabia y empezó a gritar “¡¡Pero quién se cree que es esa hada malvada!! ¡¡Deja que la encuentre!!” “Calma, calma- dijo el lorito- ella lo hizo por una buena razón aunque no puedas entenderlo” “¿Qué buena razón puede ser esa que haga que un niño quede incomunicado del resto, solo y triste?’” –respondió Mapu aun exaltado. “Escúchame, te lo contaré todo- respondió el lorito- pero tranquilízate. Resulta que ella sabía que si te dedicabas a la danza no llegarías ser el sanador que necesita tu pueblo. Te perderías lo mejor. El silencio de tus pies te trajo hasta aquí, pudiste ver la música en el río, contemplar lo que para otros pasa inadvertido. Sin darte cuenta la soledad te llenó de sabiduría, ahora puedes ver y escuchar cosas que nunca hubieras descubierto si estuvieras en la danza. Sé que este no debe haber sido un tiempo fácil para ti. A nadie le gusta la soledad y el silencio. Pero la verdad es que nunca estuviste solo. Aunque no podías vernos, el hada y yo siempre estuvimos a tu lado, cuidándote y dándote fuerzas para seguir. Cuando te quedabas dormido nosotros veníamos y te cantábamos canciones que sólo tu alma escuchaba.”
Mapu se sintió invadido por un amor inmenso, un amor que nunca había experimentado por nada ni nadie, que superaba por lejos cualquier sensación que hubiera tenido antes. De pronto sintió como su cuerpo estaba habitado por el sonido de todos los peces, de todos los ríos, de todos los pájaros y de todas, absolutamente todas las criaturas vivas del universo. Y juntos, estos sonidos, producían la más hermosa sinfonía que jamás se haya escuchado. La música invadió su cuerpo como olas, vibrando desde los pies a la cabeza y entonces ocurrió el milagro….Mapu comenzó a danzar y a reír con los ojos cerrados, girando, saltando…casi volando se diría…y en esa danza pudo ver el rostro sonriente del hada que le decía “¡Lo conseguiste Mapu!¡Lo conseguiste! ¡Ahora puedes ir sanar a otros con tu risa! ¡Ahora puedes hacer que otros descubran esta danza del corazón! En ese momento una luz brillante cubrió el bosque, el río, y el pueblo…y cuenta la leyenda que después de esto muchos llegaron a danzar de esta manera. Y que siempre que un niño se siente solo o aislado hay un hada y un lorito escondidos por ahí…
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